El ciberacoso dentro y fuera del centro escolar
Las nuevas tecnologías, usadas de forma positiva, benefician también el desarrollo social y educativo de los menores. A pesar de ello, cuando se utilizan de forma inadecuada o irresponsable, pueden promover conductas negativas entre los adolescentes, y desembocar en situaciones de ciberacoso que tienen su continuidad al terminar las clases y salir del centro educativo. ¿Qué podemos hacer para frenar el ciberacoso en las redes sociales?
En la actualidad, el acoso escolar puede estar promovido por cualquier persona, desde cualquier lugar y en cualquier momento. Los últimos datos indican que el 33% de los menores entre 12 y 17 años reconoce haber experimentado alguna forma de acoso. Y este ya no se limita solo al entorno escolar porque el ciberacoso que se realiza mediante ataques personales, como insultos o descalificaciones a través de Internet, no tiene las limitaciones del acoso tradicional.
La Red facilita algunas conductas utilizadas por los menores para herir o molestar a otras personas, como la divulgación de información privada, datos íntimos o fotografías, la difusión de cotilleos o calumnias que atacan la dignidad de las víctimas o la suplantación de las mismas con objeto de ridiculizarles. Ahora, el ciberacoso se caracteriza por la facilidad de acceso y la inmediatez con la que se puede compartir información sobre cualquier persona, sea cierta o falsa.
A su vez, Internet proporciona una sensación de anonimato que puede hacer que el agresor se sienta más desinhibido, o que los observadores se sientan menos expuestos y decidan seguir la corriente al acosador. Este rol puede verse motivado por convencimiento, pero también por búsqueda de popularidad, como forma de integración dentro del grupo, o por miedo a las represalias.
Durante los periodos fuera del horario escolar, como las tardes, las vacaciones o los fines de semana, los menores disponen de más tiempo para sus redes sociales, y por tanto, el acoso puede incrementarse. ¿Existe una manera de minimizar las consecuencias y prevenir situaciones graves más allá del espacio educativo?
Cómo reconocer los síntomas del ciberacoso fuera del entorno escolar
En el contexto familiar, para poder descifrar si existen problemas de acoso tenemos que fijarnos en una serie de indicadores o señales. Los más importantes suelen relacionarse con cambios de comportamiento visibles en el menor, siendo más evidentes en situaciones en las que normalmente estaría alegre y feliz.
En su tiempo libre, lo habitual es que niños/as y adolescentes estén contentos por la menor cantidad de obligaciones escolares y mayor libertad para jugar, divertirse y relacionarse con sus amigos/as. Las víctimas de ciberacoso, por el contrario, pueden mostrar tristeza sin causa aparente, decaimiento, hastío o desmotivación por asistir a actividades grupales con otras personas de su edad.
También puede alertarnos que el menor reduzca considerablemente el uso del móvil, o por el contrario, aumente el tiempo de conexión y muestre una repentina ansia por su privacidad, sobre todo al consultar las redes sociales, aplicaciones de mensajería u otros espacios de comunicación en Internet. Del mismo modo, es posible que observemos nerviosismo, irritación o incluso agresividad cuando alguien intenta acceder a su teléfono móvil.
La importancia de la familia en la detección e intervención temprana en casos de ciberacoso es fundamental. Estar pendientes de sus estados de ánimo, así como conocer y formar parte de su rutina diaria en la Red, nos ayudará a ser los primeros en descubrir posibles conflictos y ser su principal apoyo.
Parar una situación de ciberacoso es posible
Todos podemos tener un papel clave en la lucha contra el ciberacoso, siempre priorizando la seguridad del menor. Para las víctimas de acoso, es esencial encontrar apoyo en sus amigos/as, familia y entorno educativo, así como en los profesionales especializados si llega a ser necesario. Coordinar todos los ámbitos es fundamental para lograr una solución real del problema.
Nuestra primera reacción debe ser calmada y madura, proporcionando confianza y seguridad al menor. Intentaremos no forzar a la víctima a enfrentarse a situaciones que puedan generar estrés o rechazo, porque podrían derivar en un indebido sentimiento de culpabilidad por sufrir el acoso. Escuchar su versión de los hechos y examinar los mensajes, comentarios o publicaciones que haya recibido nos ayudará a entender la situación.
En las redes sociales podemos seguir algunas pautas para minimizar el problema. Una buena práctica es subir el nivel de seguridad, configurando sus perfiles en modo privado o limitando las opciones de contacto con desconocidos. Además, es preferible no contestar a los mensajes ofensivos, dejar de seguir las cuentas de los acosadores y bloquear a todo usuario que tenga un comportamiento abusivo o despectivo.
Debemos tener en cuenta que, aunque parezca que Internet ofrece anonimato, los mensajes pueden dejar rastros que lleven al agresor. Por eso es importante guardar capturas de pantalla de los mensajes o ataques que haya recibido. En situaciones graves, podrán ser de utilidad a la hora de informar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, o de plantear tomar medidas legales.
Existen recursos y herramientas que pueden sernos de utilidad para conversar sobre el problema en familia, como las tarjetas ‘Hablemos de Ciberacoso’ o juegos como ‘La Oca del ciberacoso’. Además, recuerda que siempre puedes contar con la ayuda de profesionales especializados, como la Línea de Ayuda en Ciberseguridad de INCIBE, 017, donde te ofrecemos asesoramiento confidencial y gratuito.
La lucha contra el ciberacoso desde los centros educativos.
Tanto dentro como fuera del horario lectivo los centros pueden ayudar a combatir esta problemática, ofreciendo a los menores herramientas e información. Para ello, es importante promover la formación continua del equipo docente, que debe mantenerse actualizado para conocer las metodologías y conflictos relacionados con el ciberacoso. Además, esta formación será útil a la hora de incluir pautas de actuación concretas en los planes de convivencia del centro.
Por otro lado, mantener una comunicación fluida con las familias es clave para coordinarse y detectar conductas negativas o peligrosas de los menores en Internet, sobre todo en su tiempo de ocio.
Por ello, debemos colaborar para darles una formación digital sólida, que les capacite para protegerse contra los riesgos de la Red. También se pueden desarrollar campañas de sensibilización, que generen en el alumnado un sentimiento de rechazo por el acoso y promuevan su colaboración como observadores. Enseñar al menor a usar los canales de comunicación de Internet de forma positiva, utilizando un lenguaje no ofensivo y promoviendo un clima saludable está en nuestras manos.
En resumen, combatir el ciberacoso más allá del horario escolar es una lucha en la que todos nos debemos implicar: familia, menores, educadores y profesionales. Debemos promover el papel de los observadores, fomentando valores como la empatía, la solidaridad, la educación sobre nuevas tecnologías y la seguridad en los dispositivos conectados.
La puesta en valor de la autoestima, el coraje y la capacidad crítica favorecerá su confianza frente a posibles ataques, y reducirá las posibilidades de convertirse en acosadores/as. El objetivo final siempre será fomentar el sentimiento de unidad de grupo, que impulse el conocimiento y el respeto mutuo, para que todos participemos juntos en la lucha contra el ciberacoso.